
Con pintura roja, sin poncho pero con acento montañoso, llegamos al Café Bemoca de Cali, a recoger los pasos del Nadanacimiento y a cumplir la misión de expandir el Nadaísmo en esta peste terráquea. Allí, Gonzalo parió, en una noche de enero de 1958, una flor peligrosa y un manifiesto espinoso consagrado a los intercesores del orden colomboespiritual.
Entre los Cafés Bemoca y Los Turcos comienza el reto para los recién aliados del Valle, esos que encontramos trazando poemas físico-cuánticos y quienes todas las tardes combinan música de Thelonius Monk con vino Mosela y ron. Elmo Valencia y Jotamario son embarcados a las filas disparejas del nadaísmo, tras no titubear a la hora de pintar las blancas manzanas de la encalada ciudad con mensajes políticosubversivos al servicio de lo maravilloso [1].
[…] Estaba sentado con Elmo en el Café de los Turcos en pleno 60, hablando de cómo incorporar al poema la física cuántica, cuando llegó a buscarnos procedentes de la Medellín nadaísta, una pandilla de jóvenes excéntricos con buzos y bluyines y sandalias y melenas revueltas y mujeres de medias negras comandadas por “Helenita” como la llamaban sus amantes. [2]
Con las primeras pinceladas publicitarias, vamos tejiendo jácaras de encanadas, fiestas deliradas, casamientos secuestrados, falsos suicidios y poemas desnudos.En las planicies del valle se entrevé una siembra de montañas, o de tumores, que los nadaístas vamos dejando en los pensamientos jóvenes y en los recovecos vetustos de godos y liberales –que la misma raza son–, mientras oramos por la sustitución del busto de Jorge Isaacs, y a cambio erigir el de Brigitte Bardot o el de Dina Merlini cuyo cuerpo es poema de jueves santo, en una semana en que ninguno de la gavilla se lavó los pies en La Ermita. Para la prensa ya somos noticia, para los intelectuales absurdos, para los difuntos vida, para las estatuas y los libros un arma letal. En simultáneo con el llamado al derrocamiento del novelista caleño, La Exposición Nacional del Libro Inútil trae consigo el desprestigio de libros escolares y obras consideradas de carácter patrimonial. El agitamiento alcahueteado por Fanny Mickey e iniciado por Gonzalo Arango impulsa a que jóvenes caleños repiensen lo leído y a que incineren los libros que colgamos de los árboles. [3]
“El Nadaísmo que había llegado a Cali precedido por la peor reputación y una aureola satánica con los diamantes negros de los Siete Pecados Capitales, tuvo el poder de conquistar para su causa a esta alma platónica y edificante siendo otra víctima de su perniciosa doctrina”.[4]
A lo lejos se escucha la abuela de Jotamario que grita: ¡SI EL NADAÍSMO FUERA ALGO BUENO, YA LO HABRÍAN INVENTADO EN MI TIEMPO!, mientras él, apresurado, sale agarrado de la mano de Dina, a la sucursal de las sombras en un cuartito de lomas, montes y curvas poéticas ubicado en el Barrio Obrero de Cali. En esta tarde caleña de los 60´s, las alianzas, uniones y discusiones siluetean nuevas obras, polémicas y amores. Mientras unos nos vamos a jugar billar en la Academia García de Ajedrez, otros reclutan juventudes en la plaza de Caycedo o escriben para el Suplemento Literario La Esquirla –liderado por Diego León Giraldo e invadido por las plumas nadaístas de Fanny Buitrago y de X-504–. Mientras tanto, Dina junto a Jota, en un asimiento de los cuerpos, delinean poemas de piel, profundidades, sudores, jadeos y trazos… plasman en un papel, en una sábana… El Cuerpo de Ella.
A Cali llegan también Jaime Espinel y Darío Lemos tras la huella de Pilar, el amor eterno del poeta maldito, a quien conquistó en Medellín durante las compras de Seconal en la farmacia de su papá y a quien habían expulsado a Cali para evitar que se llenara de piojos alojados en los pensamientos de “esos barbados y esas brujas”.
Con esas pintas y esas barbas, los nadaístas invadimos los espacios de la sucursal del cielo convertida en la sucursal nadaísta por excelencia, pues “cuando Cali se desnuda para dejar en el río el sudor y los pecados acumulados durante la noche, parece una odalisca en busca de nuevas y reconfortantes sensaciones”.[5]
El jueves santo cae y el viernes despunta con resacas atormentadas por los campanazos que anuncian la crucifixión de Jesús, quien es señalado por sus cabellos largos y grasosos, por contradecir el establecimiento, por ser aliado, según las beatas de la Ermita, de los nadaístas…
Con la crucifixión llega la huida. Allí, los nadaístas del Valle, de Barranquilla, los montañeros, algunos bogotanos y par de santandereanos, continuamos la expedición. En Cali nos preparamos para el zarpazo hacia el mar y con el mar nos vamos.
[1] Al mando de Jota Mario Arbeláez, Elmo Valencia (el Monje loco), y Armando Romero, este grupo de jóvenes iconoclastas solían recibir a Gonzalo Arango, Eduardo Escobar, X-504, Cachifo y Amilcar U., que bajaban de Medellín hasta el Valle, y bajo la brisa fresca que descendía de los Farallones, se reunían en el parque La María a leer a Camus, Sartre y a la generación beat compuesta por Jack Keroauc y William Burroughs: http://www.colombiainformausa.com/2008/sept_03/nadaismo.htm
[2] VALENCIA, Elmo, Isalanada. Editorial Big Bang, Bogotá 1996. Págs.15-16
[3] Además de quemar, en el parque Jorge Isaacs de Cali, ejemplares de los principales periódicos colombianos, fueron colgados de los árboles María y La Vorágine, el catecismo del padre Astete y la Constitución Nacional, Un año de gobierno de Alberto Lleras y los ensayos de Silvio Villegas.
[4] Ibid. 162
[5] Ibíd. 157
Las Lomas de Cali



