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Tongonear, tongoneo, tongoneadoras. Allí y allá, en la tierra y el mar, irreverentes jovenzuelas de faldas y medias negras, de pantalones y boina roja, de tinto y cigarro en boca, nos vamos dando paso entre las greñas, la poesía, la decisión, el sexo y el amor; nos vamos sintiendo mujeres sin tener que rezar, criar hijos o formar un hogar… nos vamos alando.

 

Los trajes colegiales los hemos dejado en valijas roídas y nos hemos puesto la piel como abrigo. Músicas, Fotógrafas, Poetisas, Teatreras, Ceramistas y Pintoras; nos vamos transformando –en las mesas de estos bares que aceptan solo bozos, sombreros y miembros– del menear de caderas al escándalo de lo convencional. Ni rezanderas ni “cultas” tomamos trono nadaísta en mesas donde se sirve tinto, aguardiente, ron, seconal y marihuana. [1]          

 

[…]Gonzalo Arango decidió crear el Nadaísmo, movimiento literario compuesto por jóvenes imberbes pero iracundos que nos negábamos a continuar la vida bajo las pautas establecidas por los sistemas que gobernaban el mundo y propusimos una belleza nueva en la poesía y en general en todas las artes a fin de sacar a Colombia de su anquilosamiento. Nos caracterizamos por la irreverencia y el humor negro. Yo me vinculé al movimiento desde que tenía 18 años porque me identificaba con sus ideales […]  dice Dina Merlini, teatrera y poeta nadaísta, recordando los inicios del movimiento. 

 

En un falso pacto con el diablo nos vamos volviendo brujas y putas por hablar de política, de literatura y de sexo placentero. Brujas somos y putas también, para aquellas que sueñan con maridos de corbata y plata, con hijos como amarre, con un cuerpo inerte al goce; para ellos que buscan floreros y no conocen las flores.

 

“…el hecho de que cinco muchachas de diecisiete frecuentáramos en los años sesenta los bares nocturnos, diseñados por la cultura patriarcal exclusivamente para hombres, era una rebelión femenina anticipada contra los lugares y las horas prohibidas” . [2]

 

Dina Merlini pinta mares, enrola otras vidas; Patricia Ariza imagina historias, encarna personajes; Helenita Restrepo esconde un diamante e inventa islas verdaderas que se pierden con la marea; Rosa Girasol gira entre barro, nada-poemas y amores; Dora Franco irrumpe con su cuerpo en fotografías de eternidad desnuda… Carmen, Rosita, Fanny, Rubiela, Blanca, Regina, Consuelo y yo –el nadaísmo– vamos rompiendo, de manera irreparable, la falsa esencia de estas ciudades que nos putean, nos crucifican y nos rezan.     

 

Dos pasos, tres campanazos. Tres pasos, cuatro iglesias. Cuatro pasos, las palomas revolotean, despunta el día, un niño nace, pasa el tranvía… vuelve y amanece la rutina. Nosotras, aún beodas, con olor a calle, escucharemos un “¡BÁRBARA!” cuando lleguemos a casa.

 

Una nadaísta
no es una puta
O,
por lo menos,
no es más puta que las otras mujeres.
Las putas
también pueden ser nadaístas
si quieren

 

 

Rosa Girasol 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

[1] “…Como si fueran experimentados catadores paladeaban el ron que era llamado el whisky colombiano. Lo dosificaban, mezclado con Seconal y marihuana…” BUSTAMANTE, Víctor. Darío Lemos: Cuando el Poeta Muere.

[2] ARIZA, Patricia, "Una mujer en el Metropol", Bodas sin Oro: 50 años del Nadaísmo –Elmo Valencia Compilador–, Taller de Edición ROCCA, Bogotá - Colombia, 2009. Pág.222.

[3] GIRASOL, Rosa, “El Nadaísmo”, Revista Nadaísmo 70

 

 

"…Huimos, siempre huimos. Huimos del bien porque nos hace blandos. Huimos del mal porque nos causa daño. Huimos del amor, porque el amor exige que nos demos. Huimos, obstinados en no perecer, sin detenernos. Porque cuando te detienes puedes ser feliz y te embruteces, ya viviste, estás viejo..." 

 

Fanny Buitrago

TACONEO NADAÍSTA

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