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Para mediados de los 60, Dora, estudiante de Bellas Artes en Bogotá, posa naturalmente para las prácticas de pintura de sus compañeros, sin el temor o la prevención del quée dirán. Después de clases, el encuentro de libertad se da con los demás nadaístas que ya en el Automático, en El Cisne o en algún bar de Bogotá conspiran nuevas formas de irrumpir la santimonia criolla o discurren líneas para las ediciones de Nadaísmo 70. 

 

[…] Tomábamos aguardiente y vino, bailábamos el baile del reloj y ellos fumaban marihuana. En La Miel se organizaban unos conciertos de rock buenísimos, al igual que en el Parque de la 63. Nos la pasábamos oyendo los Speakers y los Rolling Stones[2]

 

Hernán Díaz, fotógrafo amigo, émulo de la fotografía convencional, llegó con la propuesta de un desnudo ante cámaras, con el cual se buscaba enaltecer el acto del amor y minimizar aquella ola pornográfica –poco erótica– que llegaba de tierras más al norte.

 

"El fotógrafo que necesita rodear un desnudo de accesorios […] está simplemente tapando la forma más perfecta del universo. Está engañándose. No ha visto. No puede ver".[3]

 

Convencida de la belleza en la desnudez y abierta a lo sensitivo, bello y controvertido, Dora posa por primera vez ante cámaras… la primera. 

 

En la Edición Nadaísmo 70 Nº 6 se publicó por ver primera la serie fotoráfica. Las revistas doblemente polémicas –por nadaístas y desnudas, es decir doblemente desnudas- habán sido vendidas. Los “hombres cultos” las atesoraban bajo el colchón y las señoras “de bien” se hacían que las destruían. A escondidas, los rezanderos veían una a una las imágenes y se santiguaban a la vez. El entendimiento nulo de la sensualidad artística provocó el señalamiento de modelos, fotógrafos y nadaístas, al punto de obligar la huida de Dora a otras tierras, quien muy complacida anexa a sus hazañas el enrojecimiento de señores, señoras y señoritos de su patria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"Hubo un escándalo horrible: Señoras que no me saludaban. Hombres que me llamaban a hacerme propuestas. Dentistas que me citaban para después de las tres de la tarde. Fue tal la presión del ambiente que tuve que irme a vivir a otro país", cuenta Dora Franco, hoy residente en Miami.

 

Con la llegada a tierras extranjeras, el cerrojo de llaves puesto en su país se abre en el ajeno. La modelo y fotógrafa establece en Estados Unidos y Europa su obra y comparte vínculos con excéntricos artistas como Salvador Dalí y Andy Warhol. Aunque ha trabajado en fotografía social, hoy Dora Franco se dedica a la fotografía de moda y portafolio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

[1] ARANGO, Gonzalo. Nadaísmo70 Nº 6. Ediciones del Nadaísmo, Bogotá, 1971. Pag.22.

[2] Entrevista a Dora Franco en la Revista Fucsia No. 48, mayo de 2004.

[3] Ibid. Nadaísmo 70, pág. 26

Dora Franco

 

 



Para nosotros que creemos en brujas
(No en hogueras)


Y si quedan rescoldos filisteos en la caverna moral
con placer pisaremos las brasas de la inquisición
para expiar nuestro amor arrecho a la libertad
en la que (no sobre reincidir) fundamos absolutamente la razón de ser del arte
y del hombre.
 
[1]

 

 

 

1945: con su piel como abrigo natural y un grito de advertencia a la patria de la enagua, Dora Franco Restrepo nace en Medellín, sin saber, esta última, de los destapes que harían de su santidad.

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