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OJOS DE GARZA, SIGILO DE ZORRO
 

 

 

 

 

“Quienes no disfrutan de estos escritos pues tienen la vida un poco limitada, porque allí en esos lugares señalados por los poetas y las escritoras están algunas de las claves de la existencia”.
 

Fanny Buitrago

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De raíz, la Soledad acompañada por un olor a mar gélido, tunjano, costeño-cachaco. De trayecto las letras críticas, irónicas, existenciales y mujeriles. Como albergue formador, Cali. Como aventura, el Nadaísmo. Como filosofía… el olvido.

 

De la ceniza posada sobre los cabellos de su abuelo, Tomás González, y de los libros empolvados que guardaba su padre, Luis Buitrago, la niña Fanny comenzó a encaminar sus pasos inquietos por entre las fantasías descubiertas entre las páginas color añejo y la oralidad de sus yayos.

 

Aún de uniforme, colegiala de secundaria, Fanny es adoptada por Cali, lugar donde se asienta en medio de inquietudes cultivadas por las artes, por la curiosidad, por el sigilo de una tunjobarranquillera radicada en la sucursal de los nadasalseros.  Sin embargo, todavía siendo una venus jovial, melómana, cinéfila y teatrera, Fanny seducida, se ató a la literatura exorcista del alma y las vísceras, aquella señaladora de la patria, de las violencias, de la mujer, de su papel, de la necesaria resistencia.

 

[…]Examina la vertiginosa transformación de las costumbres, las alternativas y reacciones de la comunidad, consientes en la rebelión de la mujer contra un código consuetudinario de normas morales y pedagógicas, impuesto por autoridades de épocas pretéritas; por ello, se pone con energía a la paciente continuación de permanecer con la representación de ese obligado prototipo de la calidez, la ignorancia, la sumisión de seguir como el eterno símbolo de víctima. [1]

 

Aquel espejo de mujeres en el encierro patriarcal impulsa sus primeros escritos. La negación a ser una mujer complaciente, cocinera y cuidadora de hombres; a ser hija, madre y hermana o mujer cultivadora de placeres, felicidades corporales y apariencias trofeísticas se evidencia en toda su obra, tanto en la poética como en la narrativa.

 

[…]Padre tronó que la comida era una porquería y yo me oculté a llorar en la cocina. Noel recibió una sonora bofetada cuando dijo que habíamos comido tortas de maíz, en todos los desayunos desde los  tiempos de madre. […] Me la pasé en la cocina, avivando las brasas, escuchando el trote desbocado de una cabalgadura y la irritación del viento sobre las ramas altas. [2]

 

Mediante vínculos y afinidades de creación, Fanny se encuentra con personajes que le hablan de la nada como un todo. Para finales de los 50 e inicios de los 60 Fanny plasma sus letras en las páginas del Suplemento Literario La Esquirla donde asume su rol de poeta, su  rol de nadaísta del Valle del Cauca.  “En este grupo de inquietos jóvenes nace la inquietud literaria que el país no podrá dejar pasar desapercibida”.  [3]

 

Para 1963 aparece publicada la novela El hostigante verano de los dioses, un retrato delineante de hombres y mujeres, de diferentes procedencias, insatisfechos, joviales, escandalosos, incrédulos y creadores. Bajo el velo de otros nombres, panoramas y contextos la novela libera la  esencia nadaísta alojada en una historia de grupo, vivenciada entre inquietudes artísticas, deseos de creación y dilemas de existencia.

 

En la misma, y quizás anunciando su próxima lejanía, se siente un tono de inconformidad, un hastío del otro, una despedida anunciada del nadaísmo.

 

“Y la vejez corría presurosa, siguiéndonos con su piel de humo. Porque habíamos agotado la juventud, jóvenes casi niños, derrochándola como libertinos. Y sólo quedaba el hastío, con sus tentáculos vacíos, que no nos dejaría escapar…”[4]

 

En 1968 Fanny Buitrago pide oficialmente ser desvinculada del nadaísmo, asignándole la importancia de un pito a los andares del movimiento. Tomando sus escritos, su máquina y su cuentería, la barranquillera, literata, narradora de historias, como un acto puro, deja la nada en la nada, en el olvido o en el secreto. Un acto nadaísta por excelencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

[1] PACHÓN, Padilla Eduardo. Cuento Colombiano II, Bogotá : Plaza & Janes, 2003Pág 16

[2] BUITRAGO, Fanny, El hostigante verano de los dioses, Editorial La Oveja Negra, Bogotá 1963. Pág.209

[3] BUITRAGO, Fanny, “Camino de los Búhos”, Antología del cuento colombiano. - 01.ED, Bogotá, 1973. Pág. 136.  

[4]Ibíd. BUITRAGO, El hostigante verano de los dioses, pág 213


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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